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Se están viendo por las paredes de Tafalla: imágenes de una butaca, perdida y sola en medio de una calle, una carretera, un parque… Una imagen impactante que interpela al público para que volvamos o empecemos a ir sin miedos, aunque con mascarilla, a los templos de la cultura. Las butacas vacías presionan a artistas, programadores y políticos como las audiencias presionan las parrillas televisivas.
Me parece bien la campaña del Centro Cultural y el Ayuntamiento de Tafalla que se suma a la del Gobierno de Navarra con el lema: respira cultura.
Quiero ampliar la reflexión. Estas butacas vacías no son solo consecuencia de una pandemia sanitaria, no nos engañemos. La pandemia cultural ya estaba entre nosotros. No la ha producido ningún bicho extraño, es más bien consecuencia de una serie de errores estratégicos en torno a la cultura.
Quizás el primero es que hemos reducido la cultura a un conjunto de actividades artísticas que se realizan principalmente en una Casa de Cultura o en un Centro Cultural (más posmoderno y rimbombante). El resultado de esas actividades en términos de seguimiento del público es lo que da valor cultural a “algo”. No podemos decir que este sea el principio de un sistema cultural sólido y la pandemia nos ha venido a poner la puntilla.
La dependencia de lo público, igual que en otros ámbitos como la educación, la salud, la protección del desempleo, la atención social en general y otros sectores económicos como la agricultura, las industrias estratégicas… etc., exigen que la cultura tenga una atención específica que oriente sus estrategias no sólo hacia la captación de públicos, también al fortalecimiento de un tejido asociativo en el ámbito cultural y al apoyo a una industria cultural.
Sobreviviremos porque la cultura es consustancial a lo humano; pero como en otros aspectos de la vida, igual las nuevas circunstancias que ha introducido la pandemia sanitaria, nos podían llevar a reflexionar con más profundidad sobre lo que venimos haciendo en esto de la cultura.
Como público y como activista de la cultura, me han interpelado esas imágenes. Pretenden remover la conciencia del público. Me pregunto: ¿cómo podríamos interpelar a la administración y a los responsables políticos para que la CULTURA sea tratada de una vez como un bien de primera necesidad? Para que se mime, se cuide, proteja, apoye… a una sociedad generadora de cultura y recíprocamente generemos una sociedad necesitada de cultura. Habría que tener más altas miras, más visión a largo plazo, más sensibilidad y empatía con artistas, creadores y promotores culturales por parte de las personas e instituciones que tienen alguna responsabilidad en la adjudicación y gestión de los recursos públicos dedicados a la “cultura”. No es sólo responsabilidad del público ni producto de unas circunstancias sanitarias esta situación de precariedad que padece la cultura.
El sistema cultural es complejo. Si tendría que denunciar algo más, por mi experiencia en los últimos años, es que se ha generado una especie de competitividad entre lo público, lo privado y el tejido asociativo o tercer sector. A veces se compite por llenar butacas, por atraer espectadores y espectadoras, por justificar una incidencia social. Otras veces la competencia es por la captación de recursos para demostrar una eficiencia económica. No competir ya parece que sea no vivir, pero el aire y la cultura es una necesidad para todas las personas.
Este sistema neoliberal de valores culturales, se ha empeñado en convencernos de que la competitividad es el motor de las sociedades y evidentemente ha impregnado la filosofía de la gestión cultural en detrimento de otras estrategias sociales colaborativas. En economía a esos juegos competitivos se les llama de “suma cero”, lo que unos ganan, otros pierden. Yo siempre he pensado que en esto de la cultura todas las personas podemos ganar si trabajamos a una.
Igual la pandemia nos ha tapado la boca con la mascarilla, pero nos ha abierto los ojos. Si queremos o no queremos ver es otra cuestión pero aquí o nos salvamos todos o no se salva ni Dios. Colaboremos, público, instituciones, profesionales, aficionados… generemos entre todos un espacio cultural sólido, resistente a cualquier tipo de pandemia, sanitaria o cultural. En algún momento habrá que afrontarlo. Ahora nos toca emplear los esfuerzos en sobrevivir. No dejemos solas las butacas pero tampoco demos la espalda a los artistas, si no ¿qué vamos a ver desde la butaca? ¿las tripas de grandiosos edificios?
Javier Salvo. Asociación Basterra (Escuela de Teatro)
Utzi erantzuna