Noelia Compais canta siempre. Como buena puiutarra, donde levantas una piedra y sale un músico, lleva la música en el código genético. Y ella, alimentada por esa numerosa familia materna de Mangados que la crió entre rancheras, corridos y jotas, se dejó mecer por esa banda sonora y encontró la propia.
“La chiquita parece que tiene buen oído”, recuerda Noelia que debió de decir alguno de esos tíos cantarines. Y con seis años nada más, como tantos niños y niñas de por aquí, sus padres la llevaron a la Escuela de Jotas Hermanas Flamarique. Su primer contacto, pues, fue con la jota, y como solista o a dúo con su compañera y amiga Carolina Heriberto??, con la que aún sigue cantando, se ha recorrido durante muchos años todas las fiestas de los pueblos, presentado a numerosos certámenes, ganado premios, interpretado decenas de jotas y contribuido a forjar esa estirpe de excelentes joteras y joteros que han creado, desde esa escuela, un estilo singular y reconocible.
Autodidacta
Su trayectoria musical, aunque empezó con la jota, es atípica pues no pasó luego por una escuela de música o por una formación más reglada, sino que como a un buen oído acompañó una mejor voz y, en su caso, un vivir cantando, su proceso ha tenido mucho de autoaprendizaje. “En esto de cantar he sido autodidacta. Me aprendía aquellas canciones que me gustaban e imitaba su interpretación. Luego las reinterpretaba yo, y como hace mucha gente, las cantaba con mi familia o con la cuadrilla de amigos en cualquier circunstancia que te hace arrancarte con una canción, y por esta tierra, esas circunstancias suelen ser muchas: fiestas en todos los pueblos, días señalados, celebraciones varias, conciertos y mucha sobremesa musical de comidas y cenas en la que cualquiera saca una guitarra, un acordeón u otro instrumento y todo el mundo se pone a cantar. En Pueyo, o al menos en mi familia, somos especialistas”, se ríe Noelia, mientras se toca la clave de sol que tatuada en su antebrazo marca su pulso.
Texto: Agurtzane Berrio
Ver artículo completo en la revista La Voz de la Merindad de 15 de julio de 2018