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Del Burgo, el gran trilero

15 April, 2018 egilea: La Voz de la Merindad Erantzun

Barka, baina sarrera hau hizkuntza hauetan dago soilik: Espainiera (Europa) For the sake of viewer convenience, the content is shown below in the alternative language. You may click the link to switch the active language.

 Después del vapuleo que le dio Floren Aoiz en el libro Tres tristres trileros yo abrigaba el temor de que Jaime Ignacio Del Burgo se iría apagando a la par de su cirio vital y dejaría de sorprendernos. Craso error de mi parte. Del Burgo es de los que mueren matando y he ahí su último libro que ha presentado con la impresentable Ana Beltrán y cuyo resumen circula por la red en 13 páginas insuperables.

Viene a ser su testamento político, con sus conocidas tesis sobre la Navarra españolísima fagocitada por los vascos, discurso mendaz que ya ha sido largamente contestado y que no merecería más atención si no fuera porque Del Burgo se supera de tal modo que uno no puede evitar volver a reconocer su contumacia. Definitivamente, es el as del trile, ese arte medieval de embaucar y estafar escondiendo una bolita entre dedos y cubiletes, que debió traer traer por aquí algún Del Burgo entre la tropa del Duque de Alba

Lo de ocultar le viene de casta: ya hemos contado muchas veces cómo su familia ha mantenido siempre que en Navarra hubo 678 fusilados y lo sostuvieron en publicaciones mucho después de haber aparecido el libro Navarra 1936. De la esperanza al terror con las fichas de más de 3.000 fusilados. Él nunca ha rectificado. Más tarde le han pillado en manipulaciones de documentos, para intentar demostrar la españolidad de Navarra desde el Pleistoceno, y todavía anda el hombre insistiendo en que fue ETA la autora del atentado de la estación de Atocha. Le descubrieron la bolita en todos los casos, pero él siguió entrenando. Un profesional.

Ahora dice no saber qué hubo por estos lares en la prehistoria o en los primeros siglos de la antigüedad pero que “desde luego no se han encontrado restos arqueológicos de los vascones”. Así, el trilero no hace desaparecer una bolita sino Vasconia entera, documentada por romanos, francos, godos, árabes y toda la historiografía hasta nuestros días. ¿Estás en lo que celebras Jaime Ignacio? ¡Todo Navarra está lleno de restos vascones señor mío! ¡Hasta se habla todavía su lengua! ¿O es que esperabas que en las excavaciones aparecieran los esqueletos de nuestros antepasados con lauburus y txapelas? ¿O crees que a los vascones no les gustaban las sigilatas romanas o las armas visigodas? Si vives mil años y encuentras mis despojos agarrado al Macintosh con el que ahora escribo, ¿deducirás que fui un norteamericano? Un poco de nivel, Jaime Ignacio.

Así, una vez desaparecidos los vascones surgen nuevos galimatías: desde la fundación del Reino de Navarra los navarros eran navarros y nada tenían que ver con los vascos, dice nuestro hombre. Todos los cronistas, desde Eginardo, lo contradicen y esa “navarra primordial o nuclear”, afirma Lacarra, se formó por gente de raza y de lengua vasca. El mismo Fuero General emplea “bascongado” y “navarro” como sinónimos de euskaldun, y los archivos rebosan de documentos que llaman bascongados a paisanos en una línea diacrónica cada vez más al sur de Olite. Pero el trilero va a su bola, sin mirar lo que escriben los demás.

“La huella del vascuence como forjador de la identidad navarra es inapreciable” nos dice un Del Burgo venido arriba, y uno se pregunta si no habrá visto, siguiera de canto, los 59 volúmenes de la “Toponimia y Cartografía de Navarra”, dirigidos por Jimeno Jurío y editados por el propio Gobierno de Navarra. En 1956 el falangista Iribarren Paternain, Premio Nacional de Literatura, escribía que “Navarra, como núcleo étnico, integra una de las siete tribus euskaras” y que de sus 864 pueblos, 731 tienen y conservan nombres vascos, 102 poseen denominaciones bilingües (una, la primitiva, en euskera, y la otra, de uso corriente, romance) y solo 31 son de dudosa filiación. Inapreciable, dice Jaime Ignacio.

Puesto a hacer desaparecer cuanto le contradice, el gran trilero oculta que mucho antes de Sabino Arana existía una conciencia generalizada de pertenencia a un pueblo común, sustentada muchas veces por la propia Diputación navarra. Que ya en 1672 esta salió en defensa de “sus hijos y naturales, y los de las nobilísimas Señorío de Vizcaya y provincias de Guipúzcoa y Álava”. Que durante todo el siglo XVIII se dio una “confederación tácita de los vascos” que alude el viajero Baretti y admiten historiadores nada sospechosos como Caro Baroja o Rodríguez Garraza. Que es de nuevo la diputación navarra la que en 1866 propone a las otras tres formar el Laurak Bat. Que todo Navarra se llenó de asociaciones, periódicos, bancos y partidos políticos con la denominación “vasconavarra”. Que para cuando nació el PNV no había nadie –y digo nadie- que negase que Navarra formaba parte de un tronco común vascón y que no ensalzase la unidad vasconavarra. Por eso cuando se celebraron las primeras Asambleas de ayuntamientos para dirimir si los navarros preferían un Estatuto Navarro o Vasconavarro fueron tres las ocasiones que votaron a favor del segundo con los votos de republicanos, socialistas y carlistas, con mayorías abrumadoras de hasta casi el 90% de los votos. Esto el trilero lo oculta, para hacer solo hincapié en las divisiones que se dieron cuando ya la derecha navarra –de eso sabe mucho su padre- había decidido cargarse la República.

Luego, ya es sabido, vino el terror abertzale que solo de las tres provincias hizo huir a 200.000 personas y escamotea –siempre el trile- los datos de Navarra para que no nos pongamos a extrapolar las cifras totales que manejan al número de habitantes o de votos abertzales de cada localidad, y tener que explicar dónde están los 1.000 escapados que corresponden a Tafalla, los 1.500 de Burlada, los 20.000 de Iruñea o los 300 de Leitza. Debajo del cubilete de Del Burgo, sin duda.

Pero hay un último trile que es clave. Sostiene Del Burgo que en 1977 Navarra decidió crear su propia autonomía, cuando bien sabe que siempre se le negó toda posibilidad de refrendarlo en las urnas y a eso se ha dedicado toda su vida nuestro trilero: a imposibilitar que Navarra pueda tomar sus propias decisiones democráticas. Con la bola de que vienen los vascos se disimula cómo Madrid viola nuestra legislación y quebranta las decisiones de nuestro Parlamento cuándo y como quiere, gracias a la inestimable ayuda de sus judas y mamporreros locales. Sin vergüenza, nuestro gran trilero sigue siendo un mero mercenario castellano, peón de cualquiera que venga a consolidar la conquista. Con los años va perdiendo reflejos y ya resulta patético verle manejar los cubiletes, pero siempre encontrará alguien que se deje embaucar.

Jose Mari Esparza Zabalegi / Editor

 

Atalak: Kolaborazioak, Iritzia Etiketak: Del Burgo, Euskal Herria, Historia, Identidad, José Mari Esparza Zabalegi, Navarra, Trilero, Vasconia, Vascos

Iruña capital vasca / Artículo de opinión de Jose Mari Esparza Zabalegi

19 January, 2018 egilea: La Voz de la Merindad Erantzun

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Placa en el monumento a los Fueros (Iruña)

Perdonen los lectores y lectoras, pero otra vez toca escribir perogrulladas. UPN y PP han solicitado la declaración de “persona no grata” para Arantxa Tapia, consejera del Gobierno Vasco, por haber dicho que Pamplona es una “capital vasca”. Así que vuelta la burra al trigo. ¿Qué hemos hecho en Navarra para padecer semejante grado de estulticia en nuestra clase política? ¿Por qué nos obligan a discutir al nivel del borrico si a esa altura todos tenemos las de perder? ¿Qué gana la derecha con ello? ¿Por qué para defender la separación institucional de Navarra del resto de provincias vascas –algo totalmente legítimo- tienen que recurrir a decir memeces? Iñaki Iriarte, parlamentario de UPN y conspicuo autor de Tramas de identidad, que tan a gusto leímos en su día, debería sentar a sus correligionarios y darles unas clases elementales de historia de Navarra e historia de la propia derecha navarra que, para defender lo mismo, bien lo sabe Iriarte, no recurrían a semejantes majaderías.

Que alguien les explique cómo Iruna, o Iruñea, era la Civitas de los vascones por antonomasia y la misma Pompeluna, la ciudad de Pompeyo, tiene igual raíz. Que toda la toponimia de la ciudad y de muchos kilómetros a la redonda es totalmente vasca y esa es la matriz del Reino de Navarra. Gaztanbide, Pérez Goyena, Iturralde, Caro Baroja, Jimeno Jurío ¿alguien lo ha puesto en duda en toda en toda nuestra bibliografía? ¿Cuántos documentos municipales de los siglos XVII y XVIII, a la hora de designar párrocos, capellanes, predicadores, escribanos o médicos, consideran “que el lenguaje primero y natural de la Ciudad es el Basquence”? Quizás en 1645 el vicario de San Cernin estaba haciendo política para Bildu o Geroa Bai cuando afirmaba que “la lengua bascónica es la lengua natural y materna de esta Ciudad de Pamplona y su Montaña, y la accidental y advenediza es la Castellana”. Si en Iruña “de cien personas que confiesan, noventa son en lengua bascongada” ¿no hablamos de una ciudad vasca? ¿No dijo Juan de Beriain en su Doctrina Christiana que escribía en el euskera de Pamplona “Cabeza deste Reyno, que es el que se habla en la mayor parte del y el que mejor se entiende en todas las partes”? ¿No dijo el padre Moret en los Anales del Reino de Navarra que los naturales de Pamplona llaman en su lengua Jaun done Saturdi, a San Cernín?” ¿Era nacionalista el doctor Joanes de Etcheberri cuando en 1712 escribió Iruña eskualdunen hiri buruzagia, Pamplona capital de los vascos?.

A partir de entonces ¿ha habido un solo escritor, un intelectual, un artista, un viajero, una enciclopedia, un periódico, un político navarro, ¡uno solo, jobar!, que haya negado que Pamplona sea una capital vasca? Desde las primera guías de la ciudad publicadas por el militar Emilio Valverde (1886) hasta la de Pío Baroja en 1956, todas reconocen a Navarra como centro de Vasconia y a Iruñea como su capital. En la de 1926, Pamplona-Navarra. Guía del Turista, el alcalde de Pamplona Joaquín Ilundain escribía: “Lo que hoy es provincia foral de Navarra fue, desde los orígenes de la historia de la península Ibérica, tierra de los vascos. Raza viril, fuerte y austera (…) En el siglo VIII y ante la invasión sarracena, los vascos del Pirineo constituyeron el Reino de Navarra”. Ese era el tipo de textos que se enseñaban en las escuelas navarras a inicios del siglo XX, con diputaciones carlistas o liberales. ¿Ya entonces estábamos los abertzales manipulando la educación de los niños?

Pero lo peor de esta derecha navarra es que desconoce por completo a sus propios próceres. Algunos sí los conocen, por eso hay que exigirles que pongan más ilustración en el majadal de su partido. No les pedimos imposibles, como sería sofrenar a Ana Beltrán y su grey, incapaces de distinguir un libro de una paca de alfalfa. Los de UPN son navarros, tienen que llegar a entender que para defender la identidad de una Navarra sola no tienen que renegar de sus apellidos, de sus abuelas euskaldunas, del orgullo de la Vasconia pretérita. Que toda la derecha navarrista se ha enfrentado siempre al nacionalismo vasco diciendo precisamente que los verdaderos vascos eran los navarros. E Iruña su capital. El político pamplonés Víctor Pradera, padre del navarrismo y el mayor enemigo de la unidad política vasca, no tenía reparos en hablar ante las Cortes como “un diputado vasco”. Para él, en 1512 Navarra fue “el último pueblo vasco que se unió a España”. En 1918, El Pensamiento Navarro lo llamó “verbo de España y de Euskaria”. Los directores del Diario de Navarra Garcilaso o Eladio Esparza no iban a la zaga ensalzando a Euskal Herria. Cuando en 1937 murió Francisco Javier Arraiza, ex-alcalde de Pamplona, el Diario destacó de él “su amor apasionado a su tierra vasca”. El director más duradero, Jose Javier Uranga, Ollarra, escribía en 1977: “Yo creo en Euskalerría, en el pueblo vasco, en una lengua y una raza, nunca puras, porque nuestra tierra ha sido paso… Pero una cosa es Euskalerría y otra Euzcadi, aunque suenen parecido”. En mayo de 1980, Ollarra confesaba que “Navarra es parte fundamental del pueblo vasco… Es más, yo diría que Navarra es, casi por sí sola, el pueblo vasco”. Y en abril de 1983: “Uno es vasco por raza, apellidos, vocación y deseo (…) Eterno error de los madrileños: Navarra es y seguirá queriendo ser vasca, porque lo de Euzkadi es otra cosa”.

Docenas de libros y artículos a mansalva de toda la derecha navarra redundan en lo mismo, desde carlistas como Baleztena, Etayo o Del Burgo padre, hasta falangistas como Manuel Paternain, Premio Nacional de Literatura, que en su Navarra, ensayo de biografía (Editora Nacional, 1956) dice que Navarra “es la porción más meridional y extensa de todo el país vasco”. “Nuestra Euskalerria” dice en otras ocasiones. Y Pamplona, claro, su capital.

Con toda aquella gente se podría discutir hasta la extenuación sobre los colores de nuestras banderas y posiblemente no llegaríamos a acuerdos, pero todos aprenderíamos. Con quien no se puede hablar de colores es con un ciego que no quiera ver. No pediremos a UPN que en sus parvularios lean textos de Campión, Olóriz o Altadill, ni mucho menos libros de editoriales como Txalaparta o Pamiela. Pero por favor, que lean algo de sus padres y abuelos políticos. Más de derechas dudo que se hagan, pero más vascos y más navarros seguro que sí.

Y así, cuando del debate político-histórico sobren las perogrulladas, estaremos un poquico más cerca de comenzar a entendernos.

Josemari Esparza Zabalegi
Editor

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Atalak: Kolaborazioak, Iritzia Etiketak: Euskal Herria, euskera, Historia, Iruña capital vasca / Artículo de opinión de Jose Mari Esparza Zabalegi, Pamplona, Vasconia

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