
Eugenio Lecumberri
Durante muchos años se utilizaron nombre propios de mujeres para referirse a los huracanes, ciclones y tifones que cada año azotan diferentes partes del planeta. A partir de 1978 la Organización Metereológica Mundial decidió alternar nombres de hombres y de mujeres para el nombramiento de estas tormentas. Nos aventuramos a pensar que en esto tuvo algo que ver la personalidad y empuje de un ciclón generado en la Valdorba, el sacerdote y profesor Eugenio Lecumberri Seviné, impulsor hace tres décadas de la Fundación Ilundáin Haritz Berri, dedicada a la integración social en el ámbito de jóvenes con dificultades, y en la que continúa siendo presidente a sus 75 años. Este ciclón valdorbés recibió en noviembre el Premio a la Excelencia Ciudadana y el pasado 19 de marzo el reconocimiento de la Orden del Cuto Divino que lo invistió como miembro honorario.

Eugenio Lecumberri
Eugenio Lecumberri vio la luz un 1 de junio de 1940 en Casa Gardalain, de la localidad valdorbesa de Soltxaga. Fue el quinto vástago de los once que tuvieron Raimunda Seviné y Domingo Lecumberri, una familia numerosa como era habitual en aquellas épocas. Como también era habitual y algo muy deseable, casi un honor, que alguno de esos hijos se hiciera cura. Este fue el caso de Eugenio, a quien este futuro se le auguró desde la pila bautismal. “El párroco de Sotxaga , don Eugenio, se jubilaba el 2 de junio de 1940. Yo nací el día anterior y el día del bautismo, don Eugenio profetizó, ‘este niño será cura y se va a llamar como yo, Eugenio’. Y así fue, mis padres lo aceptaron de buena gana pues en aquel entonces lo que decía el párroco era de ley y me quedé sin el nombre que mi padrino había elegido para mí”, cuenta divertido la anécdota. Adivino o no, quien apostó por aquel niño despierto fue la maestra del pueblo Juanita Echarte, quien convenció a la familia para que Eugenio fuera a estudiar, junto a tres niños más de la localidad, al Seminario de Pamplona.
Texto: Agurtzane Berrio / Fotografía: Mikel Berrio
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