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LAS HERMANAS FLAMARIQUE. Las mujeres que pusieron voz femenina a la jota navarra

21 abril, 2020 por La Voz de la Merindad Deja un comentario

Javier Zabalza (Artículo publicado en la revista del 15 de marzo)

El lunes 29 de noviembre de 1948, a las siete y cuarto de la tarde, dos hermanas tafallesas subían por primera vez a un escenario para cantar jotas. La velada, organizada por los antiguos alumnos de las Escuelas Pías, tuvo lugar en el Teatro Gorriti, y fue revolucionaria porque fue la primera vez en la que las voces femeninas aparecían en el panorama jotero de primer nivel. Las dos hermanas ni siquiera sabían cómo colocarse en el teatro, fruto de su inexperiencia, y lo hicieron una a cada lado del escenario ubicando a la rondalla en medio. Solamente conocían dos jotas: “Cuando rezas el rosario” y “Las cuerdas de su guitarra”, pero daba igual, sus potentes voces asombraron a quienes allí acudieron. Sus nombres eran Encarna y Vitori, si bien pasarían a ser recordadas en el universo de la jota como las Hermanas Flamarique. Con ellas la mujer emergió dentro del mundo de la jota navarra, y lo hizo para quedarse. Pedro Mari Flamarique, hermano de las “Flamas”, recuerda que, pese a no subirse a los escenarios, en todas las casas de Tafalla las “mozicas jóvenes” cantaban jotas cuando llevaban a cabo las labores del hogar. Por entonces no había un repertorio muy extenso. Pedro Mari recuerda que su padre solamente cantaba “Dale fuego al chaparral” y, cada día a las tres menos cuarto, “Un día en la tudelana”, coincidiendo con el momento en el que pasaba el autobús que iba a Tudela cerca de su casa, en el antiguo Portal del Río, actual Plaza Cortés. En aquélla casa Encarna y Vitori alzaban sus voces para deleite de los vecinos. Uno de ellos era Sixto, el propietario de la antigua droguería, que tenía el almacén justo debajo del hogar de los Flamarique. Él fue quien animó a su padre a subir a las dos “mozicas” a los escenarios, de los que estuvieron décadas sin apearse.

EL COMIENZO DE SU CARRERA

Tras la actuación en el Teatro Gorriti la carrera de las joteras se disparó, con su presencia en concursos, homenajes, plazas y frontones. Hasta entonces, la escena jotera estaba ocupada por solistas masculinos, cantantes de la talla de Raimundo Lanas, Juan Zabalegui “Navarro” o Jesús Molviedro. Por eso, muchas personas se sorprendieron cuando las vieron actuar en los diferentes pueblos a los que acudían. En algunos de ellos su condición de mujeres les causó algunos problemas, como en Gallipienzo, donde se fueron de ronda nocturna con los hombres de la localidad y el párroco se mostró tan ofendido con ellas que terminaron “escapándose” del pueblo ante las duras amenazas del sacerdote.

Una de las primeras actuaciones de las Hermanas Flamarique, en los años 50.

 

En 1955 grabaron su primer disco de jotas, y también fueron las primeras mujeres en hacerlo. En el invierno de ese mismo año y por motivos familiares, tuvieron que marcharse a Venezuela a trabajar. Allí pertenecieron al famoso Coro Vasco de Caracas y cantaron jotas navarras en los dos grandes teatros de la capital: el Nacional y el Municipal. En 1965 regresaron a Barcelona para grabar nuevas piezas. Fue entonces cuando grabaron su primer repertorio con Juan Zabalegui “Navarro”, bajo el nombre grupal de “Los Tres de Tafalla”, con el que darían recitales en diversos puntos de la geografía nacional. Unos años más tarde, concretamente en 1972, grabaron otro disco con su prima María Teresa Gutiérrez, denominándose “Las Joteras Tafallicas”, un conjunto que resultó especialmente novedoso puesto que cantaban jotas a tres voces.

Las “Flamas” cantando junto a Juan Zabalegui “Navarro” en los 60. Se les conocía como “Los Tres de Tafalla”.

 

La carrera de Encarna y Vitoria fue sumamente prolífi ca, con casi un centenar de jotas navarras grabadas. Algunas de ellas fueron arregladas o compuestas por su hermano Pedro Mari, tal y como él mismo recuerda. Estando este de sacerdote en Alsasua, formó un coro. Allí escuchó a un joven cantar una canción relacionada con el norte de África. A Pedro Mari le gustó tanto que, una vez llegó a su escritorio, le hizo los arreglos para convertirla en jota. Así surgió la celebérrima “Zumba que zumbó”, grabada en 1955, y elevada por las “Flamas” a la categoría de clásico. Sin embargo, esta pieza aparece registrada en la SGAE por Fernando Hernández Vidal en los años 60. No será la única jota “indebidamente apropiada”, habida cuenta de que el tema de los registros de propiedad intelectual no se concebían entonces como se perciben ahora. Puede ser una labor interesante para los futuros estudiosos de la jota establecer las autorías de aquéllas piezas clásicas.

LA CREACIÓN DE LA ESCUELA DE JOTAS

La última actuación de las Hermanas Flamarique tuvo lugar en el Frontón Anoeta de Donostia en 1976. No fue sin embargo esta faceta escénica su único legado al mundo de la jota: tres años antes, en 1973, crearon la primera Escuela de Jotas en Navarra. Fue la Diputación la que se puso en contacto con ellas para potenciar este canto regional a través de una escuela en Tafalla. Las “Flamas” ya lo tenían en mente, pero como no había ninguna, ni siquiera sabían por donde empezar. Obtuvieron una subvención con la que compraron sillas, un radiocassete y un diapasón. Así fue como comenzaron a dar clases, y lo hicieron durante casi dos décadas, hasta que un grupo de joteras veteranas cogió su testigo. Todas ellas, excepto Silvia Zabalegui (que aprendió de su padre, el célebre Juan “Navarro”), habían pasado por la escuela fundada por las Flamarique, y ya habían saboreado el éxito nacional tras su triunfo en el programa “Gente Joven” de TVE, en el que obtuvieron el Premio a la Mejor Canción Española en 1983. Sus nombres eran: Marisa Mena, María Pilar Zabalza, Silvia Zabalegui, Cristina Izcue, Celia Pernaut, Mari Carmen Zubiri y Carolina González.

Actuación de la Escuela de Jotas Hermanas Flamarique, junto a la Coral Tafallesa, en el Kulturgunea tafallés en 2018.

 

En la actualidad, esta última continúa con la labor docente de la escuela, en la que la formación intergeneracional es clave. No en vano, cuenta con 40 años de trayectoria, y durante este tiempo ha ido pasando de padres y madres a hijos e hijas. Quienes se incorporan aprenden de quienes ya están, y quienes acudan más tarde aprenderán de todo el mundo. Así se consolida su legado y su manera de mantener vivas tradiciones que permanecen ancladas en lo más profundo de nuestra historia como pueblo.

No en vano, el pasado mes de noviembre el Parlamento de Navarra declaró a la jota como bien de interés cultural inmaterial y a pesar de que el último festival que la Escuela de Jotas Hermanas Flamarique debió celebrar el pasado día 14 en el Kulturgunea se suspendio, la jota mira al futuro sin olvidar la trayectoria de sus fundadoras. Claro está que hay sustrato en el que arraigar la jota tafallesa y garantizar su futuro. Que sea por muchos años

Filed Under: Noticias / Albisteak, Tafalla

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