La sala de exposiciones del Centro Cultural Tafalla Kulturgune ha albergado del 6 al 29 de noviembre el último trabajo del pintor tafallés Javier Zudaire. La muestra Pintura expresionista formada por 32 cuadros de formato grande, el trabajo de seis años, ha dado la bienvenida al numeroso público que se ha acercado a lo largo de estas tres semanas por el local y podido sorprender y cautivar al visitante aficionado y experto con el momento creativo del autor. Una pintura de paisajes naturales, urbanos, edificios y desnudos, serena y amable, que rápidamente empatiza con el espectador y le hace vislumbrar el momento de gracia y plenitud creativa del artista que nos muestra su yo más íntimo.
El pintor tafallés Javier Zudaire tiene una sólida y reconocida trayectoria, cimentada en toda una vida dibujando y pintando que ha dado lugar a una extensa producción de cuadros repartidos en numerosos domicilios particulares, lugares públicos, colecciones y decenas de exposiciones y premios a lo largo de todos estos años. Aquel adolescente que ayudaba a su padre Ángel Zudaire en el oficio de pintor decorador, con 14 años nada más entró a trabajar en el estudio de los hermanos Alvareda de Zaragoza, escultores, pintores y restauradores, y con lo que ganaba se costeaba la estancia en la Escuela de Artes y Oficios. Un año el pasado en la capital maña y a la vuelta a Tafalla, con la decisión ya tomada de lo que quería hacer en esta vida, se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona donde obtendría, al concluir sus estudios, el Primer Precio de Dibujo en Sección Artística. Se le abría un futuro prometedor pero la vida suele ser la encargada de ponernos en nuestro sitio, y aquel chaval de 17 años entró a trabajar en una empresa de Artes Gráficas “a barrer”, puntualiza Zudaire, y como su impronta y talento ahí estaban, se las ingenió para hacer ver a los jefes que él dibujaba y se le daba bien, y pronto pudo desarrollar un trabajo de diseñador gráfico y publicitario que le sirvió para ganarse la vida. La pintura seguía ahí latente, como un campo en barbecho que espera el momento óptimo para brotar. El fallecimiento de su padre en 1981 le hizo replantearse la vuelta a Tafalla y la posibilidad de abrir la tienda de enmarcación de cuadros que hemos conocido primero en la calle Diputación Foral, en el antiguo taller de su padre, y luego en la calle Escuelas Pías hasta su jubilación. Los años de barbecho concluyeron y la pintura afloró inaugurando una etapa creativa en la que Tafalla, su vuelta, la tienda, las clases particulares de dibujo y pintura a niños y niñas y la tranquilidad en su nueva vida laboral actuaron de catalizadores.
Texto: Agurtzane Berrio
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