Llegar a Pueyo siempre sorprende. Sus empinadas calles imponen: si es para arriba hay que parar para tomar resuello; si es para abajo, hay que echar el freno pues la pendiente así lo aconseja. Si nos olvidamos de las cuestas, es otra la visión que queda: calles sinuosas, limpias y frescas, cuidadas casas de piedra adornadas con flores, vistas espectaculares desde cualquier punto de este pueblo mirador de la Valdorba. La quietud de la mañana, como adormecida por el intenso sol de julio, se rompe en las inmediaciones de la tienda de Kaper, comercio a mano, donde varios parroquianos comparten mesa y en el consultorio médico local pues al ser lunes hay consulta médica. Al entrar al Ayuntamiento, son las cabezas de los kilikis las que nos saludan. Las fiestas patronales están al caer y los kilikis esperan su puesta a punto para puntuales correr calle abajo, calle arriba. En el piso superior, parapetada tras una mesa, es la alcaldesa de Pueyo, Nekane Salaberria Etxeberria, la que nos da la bienvenida. Al lado separada por un cristal, la sala de plenos para sus siete concejales. La administrativa comparte la mañana de trabajo con la alcaldesa, que anda poniéndose al día y de reunión en reunión, y por ahí fuera el empleado de servicios múltiples que anda multiplicado en estos días prefiestas.
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