A Luis Osés Goñi, mi padre.
Un 29 de julio, de madrugada, decidiste dejarnos. Te fuiste en silencio, sin avisar, con tu semblante sereno y tranquilo, con cara de paz y sosiego como el que sabe que ha llegado a su meta, y ha llegado bien.
Luis, agricultor de profesión, madrugador, hombre de temple, un referente para nosotros en la lucha tanto en el campo como en la vida. Padre, qué grande es esa palabra para un hijo que desde el dolor de la despedida sabe que la naturaleza te respetó, tu vida fue larga y los ciclos se terminan por mucho que nos duela.
La Aurora fue tu gran ilusión. Empezaste a ir desde bien pequeño. Recuerdo cuando me hablabas de todos los auroros que habías conocido, cuando hablabas de ellos te referías a los mayores. No citaré nombres, porque no estás, y seguro que me dejo a muchos, pero con qué respeto hablabas de todos ellos.
Romero a Ujué desde los nueve años, a donde ibas con el abuelo, tu padre; y a donde no dejaste de peregrinar hasta que a los 60 la cadera te apartó del camino. Seguiste subiendo a ver a la Morenica, estos últimos años me decías: “¿me llevarás a Ujué?”. Papá, solo con ver tus ojos y lo contento que salías de la basílica, yo ya era feliz. Qué poco pedías.
Hace poco más de seis meses que se fue la mamá. Te notaba triste, después de toda una vida con ella, pero allá donde esté, sé que te estará esperando. Dile que la echamos de menos, que os echamos en falta. Gracias padres.
Besarkada haundi bat.
Muxu haundi bat ta goian bego.
Zure semea. Tu hijo Julián.
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