La experiencia del tafallés Oier Araiz en las revueltas de Chile
El día 18 de octubre era viernes, llevábamos desde la mañana trabajando en la organización de un concierto de un grupo que había llenado una importante sala de conciertos para dos fechas seguidas. Yo esperaba en la furgoneta escuchando la radio, oía hablar de las evasiones, escuché al presidente hablando del metro, pero no entendía muy bien lo que estaba ocurriendo. Recibí un mensaje de los compañeros que estaban en el interior del teatro diciendo que el concierto se suspendía por que apenas había acudido público. Empecé a mirar las noticias, las redes sociales y a preguntar a la gente de allá qué era lo que estaba pasando sin acabar de entender bien lo que pasaba.
Apagamos las luces y salí para casa. El trayecto, que no debía durar mas de 40 minutos, se convirtió en una odisea de mas de tres horas, sorteando calles cortadas por barricadas, fuego y gente golpeando cacerolas. A la mañana siguiente, la productora de los conciertos llamó diciendo que se cancelaba también la actuación del sábado, la noche había sido salvaje. El balance, varias estaciones de metro quemadas, supermercados saqueados, enfrentamientos con la policía… El gobierno había sacado a los militares a la calle. Bajamos a Santiago a recoger el material de la actuación cancelada y la vuelta, decidimos pasar por el centro de la ciudad para ver de primera mano lo que hasta entonces sólo habíamos escuchado por radio y televisión. Ahí estaba pasando algo histórico y, en vez de volver, me bajé del coche cámara en mano.
El caso de Chile
Antes de ir relatando los hechos, es importante entender la situación del país. Como decían algunas pancartas y carteles en las movilizaciones, “No son 30 pesos, son 30 años”. Salvador Allende llegó a la presidencia del gobierno ganando las elecciones en el año 1970, su programa incluía un amplio abanico de reformas, como la nacionalización de los recursos, la estatalización de algunas de las áreas mas importantes de la economía del país y la profundización de la reforma agraria, devolviendo tierras a los campesinos. Todas estas medidas no gustaron a los EEUU que, sumidos en plena Guerra Fría, veían en los cambios propuestos por el gobierno de la Unidad Popular una amenaza a sus intereses. Por eso se dedicaron a sabotear al gobierno desde el primer momento y a promover el golpe de estado. El golpe llegó el 11 de Septiembre de 1973, y culminó con la muerte del propio Allende, que se negó a dejar el palacio de la Moneda.
Comenzó entonces una dictadura militar que se extendería hasta casi los años 90. Las desapariciones forzosas, las torturas, las detenciones indiscriminadas y todo tipo de violaciones a los derechos humanos crearon el panorama perfecto para que los líderes de la dictadura pudieran gobernar el país a su antojo. Todo lo que pasó en aquellos años de la dictadura de Pinochet es esencial para entender la situación actual que vive el país. Durante esa época se procedió a vender empresas estatales a grandes multinacionales, se privatizaron los recursos naturales, y se instauró un modelo de sociedad neoliberal que permitió a las grandes empresas transnacionales hacer y deshacer a su antojo.
La consecuencia de todo ello es que actualmente el pueblo chilenos carece de prestaciones sociales, algo que unido a los bajos salarios (el salario mínimo ronda los 340€), al elevado coste de la vida y a la facilidad que dan allá bancos y centros comerciales para endeudarse; hace que la mayoría de la población viva precariamente y no tenga acceso a bienes básicos.
En medio de esta situación, que ya de por si era bastante insostenible, llego el anuncio de la subida del ticket del metro.
Comienzan las protestas
Los primeros en tomar la iniciativa, como en casi todas las protestas de Chile, fueron los estudiantes, a los que ni siquiera afectaba la subida, pero que entendieron perfectamente la situación. Llamaron el día 14 de octubre a evasiones masivas en el metro, estuvieron toda la semana movilizándose, entrando sin pagar, y haciendo diferentes protestas. El viernes 18, visto que las movilizaciones iban creciendo y eran cada vez más masivas, el servicio de metro se suspendió en plena hora punta, cerrando estaciones y gaseando a los manifestantes que se movilizaban en el interior de estas. Esa misma noche el tono de las protestas subió muchísimo con un balance importante de daños. Al día siguiente, el presidente declaraba el estado de emergencia, algo que hizo crecer más si cabe la actividad de quienes se movilizaban.
Artículo completo en el Especial Navidad 2019 de La Voz de la Merindad