Muchos años atrás entre el río Cidacos y el Camino Real, al sur de Tafalla, en el término del Quiñón, existían unas huertas despensa orgullo de los vecinos. Compartían el agua y productos que con esmero cogían orgullosos del Cidacos. El río daba agua cuando podía. Si se enfadaba mandaba una riada y se llevaba todo por delante.
Vino el progreso y desaparecieron las huertas. Todas menos una. Las del sur las taparon con cemento; las del norte con montones de arena. Una se quedó en el centro, la rodearon de alambres para que no contaminara. En el cemento pusieron mucha chatarra a donde acudían abundantes ratas que atacaban la huerta. Junto a los montones de arena traídos de las canteras del carrascal subsistía a duras penas. Quitaron la chatarra, se fueron las ratas, se llevaron la arena, vino la bonanza y floreció la huerta.
Un día apareció un monstruo gigante. No temas, me dijeron, es una tolva de sal ecológica. Cuando hay hielo se echa a la carretera porque los coches corren más y se dan dan mayor tortazo.
El 15 de enero de 2016 se enfadó el monstruo y escupió sal en abundancia. No temas, me dijeron, es ecológica. Con una azada y un cesto recogí la que pude. No sirvió de nada. Las plantas se quemaron. Eché agua pensando que se llevaría la sal pero fue peor porque lo inundé.
Repuse la huerta. Las plantas no desarrollaron. Puse 100 cardos para regalar en Navidad pero se han quedado enanos. No los hemos probado.
El 5 de enero de 2017 se enfada otra vez el monstruo y repite la faena con más fuerza, arrasándolo de nuevo. El último huerto de esa zona ha muerto. ¿Sobrevivirá?
Jesús Marco Liberal “Sasin”