
Regino Ayesa
“Esta es la mejor vista de Uxue, con la fortaleza y el caserío vistos desde el sur. A mí, al menos, es la que más me gusta”, dice Regino Aiesa mientras va señalando y nombrando algunos de los términos –Iturrondoa, Turtunbera, Busa, Basandia…- de su paisaje físico y emocional que, desde su sonido euskerico, siente arraigado con hondura en su interior. Porque a Regino, uxuetarra y euskaltzale, estos dos condicionantes, pueblo y lengua, le han vertebrado su existencia y ser lo que es.
“El euskera no ha desaparecido nunca de Ujué. Llegamos a perder la conciencia de lo que estábamos hablando pero la lengua vasca, a pesar de su progresiva pérdida de espacio, salpicaba con montones de vocablos, expresiones, dichos y maneras de construir las frases nuestro castellano haciéndolo distinto. La lengua no solo pervivía en nuestros apellidos y en toda nuestra toponimia sino que desde ese último reducto terciaba por volver a pujar. A mí esta revelación me vino con la partida a mis diez años a estudiar al colegio de los Claretianos en Balmaseda (Bizkaia). Aquellos curas nos enseñaron euskera y la primera vez que oí hablar en esta lengua me di cuenta que aquello tenía mucho que ver con lo que yo oía y hablaba en Ujué. Se me abrió una puerta que crucé sin dudar y seguí aquel instinto atávico que me llevó a aprender lo que ya estaba dentro de mí y que había esperado el momento óptimo para florecer”, afirma Regino con una pasión y una voluntad que no dejan indiferentes a nadie.
Euskera y enseñanza
A su vuelta a casa y tras finalizar los estudios en el Instituto de Tafalla, hizo Magisterio en Pamplona. Simultaneó esto con el aprendizaje de la lengua en el euskaltegi Arturo Kanpion y obtuvo el título de EGA y el que expedía en aquel entonces Euskaltzaindia. Con los dos títulos, el de diplomado en Magisterio y el de euskera, debajo del brazo comenzó a trabajar en la enseñanza, primero en el colegio público Lorenzo Goikoa de Villava/Atarrabia, luego en la Ikastola de Tafalla, donde ha permanecido 32 cursos escolares, hasta este 2015/2016, curso en el que concluye su vida laboral. “Desde el primer momento tuve claro que enseñaría en euskera y cerca de casa. La Ikastola de Tafalla me ofreció cumplir con las dos premisas y a ello me he dedicado a la enseñanza y al euskera, sin poder ni querer entender lo uno sin lo otro, porque la lengua es la esencia de lo que somos”, vuelve a insistir.
Texto: Agurtzane Berrio / Fotografía: Mikel Berrio