
Francisco López y Manuela Manjón
Por estas tierras de la zona media, a falta de buenos ríos, pantanos, mucho menos mar, las piscinas cumplen un papel fundamental para mitigar los calores de los meses estivales y como centro de la actividad veraniega que por unas semanas trastoca la rutina de todo el año. Porque ¿qué mejor verano que el de un buen chapuzón en la piscina, una caña fresca en la terraza, un calderete a fuego lento en cuadrilla o participar en las numerosas actividades al aire libre y en ambiente de vacaciones que se organizan en torno a estas instalaciones? Más en pueblos pequeños como Pueyo-Puiu y otros de la Valdorba como Garinoain, Orisoain y Untzue que desde la década de los 80 se esforzaron en dotar a sus localidades de piscinas para el verano.
La piscina municipal de Pueyo, con sus dos piscinas al aire libre, su pista deportiva, su espacio complementario y su servicio de bar, se inauguró en el verano de 1994?????. Desde entonces la nueva instalación recreativo-deportiva se convirtió en el centro neurálgico del verano, catalizadora de la vida social, lúdica y festiva de la localidad, lugar de encuentro para sus habitantes y también para visitantes foráneos, que hechizados por el remanso de paz y de tranquilidad de esta coqueta y cuidada instalación y de su entorno natural, no dudan en repetir verano tras verano.
Manoli y Francisco
De esta eclosión de vida que, invariablemente, tiene lugar todos los veranos, esta temporada parte del protagonismo y responsabilidad recae en las personas que este año han sido las adjudicatarias de hacerse cargo de la instalación: la pareja formada por Francisco López y Manoli Manjón, que, junto a sus dos hijos Francisco y Fátima y un tercero en camino, han alargado su estancia en Pueyo hasta septiembre. Y es que los miembros de esta familia procedente de Jódar, en la provincia de Jaén, llevan dieciocho años viniendo hasta este pueblo valdorbés para la campaña del espárrago, contratados por el vecino de la localidad José Miguel Sánchez, dueño de las esparragueras, que les proporciona trabajo y alojamiento. Año tras año repiten, pues él y su familia, por unos meses, les hacen sentir unos puyutarras más, tanto que “este año hemos empalmado espárragos con la responsabilidad de las piscinas; el 16 de junio acabamos el último trabajo en la esparraguera y el 17 de junio, al día siguiente, estábamos en la piscina, detrás de la barra y en la cocina”, señala la pareja ilusionada con este verano que van a pasar en Pueyo ocupándose de la instalación.
Jornaleros
“En nuestro pueblo Jódar, una gran parte de su población nos desplazamos todos los años a otros lugares para trabajar como jornaleros en la campañas de espárrago, primero, vendimia, después, y regresamos al pueblo para la recogida de la aceituna. Nosotros siempre hemos acompañado a nuestros padres en esos desplazamientos por trabajo; al llegar a la edad de poder trabajar optamos por esta vida; nos hicimos jornaleros, formamos nuevas unidades familiares y mientras los hijos e hijas fueron pequeños también han venido con nosotros en este peregrinar de campaña en campaña”, cuentan. La estancia más larga es la del espárrago en Pueyo pues pasan aquí más de cuatro meses, de finales de febrero a mitades de junio, tiempo más que suficiente para organizarse la vida y para que, por ejemplo, los chicos puedan acudir a la escuela de Tafalla como el resto de chavales del pueblo, como así lo han hecho a lo largo de tanta campaña. “A pesar de que la vida que llevamos nos satisface y nos ha permitido tener un futuro, preferiríamos que nuestros hijos Francisco y Fátima y el tercero que está por nacer, no fueran jornaleros, sino que pudieran tener trabajos estables y menos duros en Jódar o donde les salga la oportunidad”, indican padre y madre al unísono y con la misma convicción.
Texto: Agurtzane Berrio
Ver texto completo en la revista La Voz de la Merindad de 15 de julio de 2017