Por: Aitona feliz
Hoy he llevado a mi nieta a la ikastola por vez primera. Allí iba, con sus 36 meses de inocencia, al primer acto “responsable” de su vida, sin imaginar la pobre los años que le quedan por delante entre libros y evaluaciones, antes de poder saltar al piélago de las plusvalías, donde tendrá que defenderse de tiburones mucho mayores que los que conocieron sus abuelos.
Quizás ella y sus nuevas amigas conozcan la Revolución que nosotros intentamos hacer y nos perdonarán por el mundo que les dejamos.
Pero mientras la contemplaba con su mochila y sus apremios (goazen aitona!) y me agradaba ver caras desconocidas entre quienes esperaban en la puerta, mis pensamientos resbalaban a las épocas, ayeres más bien, donde tal escena era un sueño.
Yo andaba cogiendo nidos por los pinares cuando comenzaron las primeras clases de euskera en Tafalla, hace 55 años. En 1969 las reanudamos, con la pasión que las quimeras producen a los 17.
Más responsables, ese mismo año una docena de padres y madres crearon la primera ikastola, abriendo, a golpe de hacha, un espacio en ese bosque cerrado de la enseñanza que durante cientos de años habían monopolizado el Estado, la Iglesia y la propiedad privada.
Un nuevo modelo educativo, singular, surgía en el mundo, sin duda el más público de todos, porque era el único que emanaba directamente del pueblo y se volcaba en el pueblo, en generoso y continuo auzolan.
Recordé todos los pioneros y pioneras que apostaron por la incertidumbre y el esfuerzo, frente a tanta negativa, recortes, trabas y calumnias. Ellos y ellas levantaron, a golpe de cuota, de manifestación, de barrakas, de obstinación racial y de convicción ciudadana, esa ikastola adonde mi nieta se dirigía ahora para reunirse con sus 400 nuevas camaradas.
Y de allí saldrán a mejorar el mundo, bien armadas de conocimientos y convicciones. La mera historia del edificio en el que estudian ya es su primera gran lección.
Regreso feliz tras dejarla en su gela. Para celebrarlo, entro a un bar y pido un clarete, mientras ojeo los periódicos. Leo que algunos todavía siguen justificando que en Navarra el alemán puntúe más que el euskara en el acceso a la administración. Enanos mentales. Mi nieta ya les pasa la cabeza.
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