Por: A.L.

Llegó la noche de todos los santos («Halloween» para la chavalada) y tras un largo letargo la «discoteque» volvió a abrir sus puertas para una «aterradora» noche de juerga. Y es que hay eventos que atraen consigo a ciertos monstruitos que causan pavor entre la vecindad más chismorrera y refunfuñona.

Se les ha puesto muchos nombres: «chonis», «pamplos», «pijos». Pero simplemente son jóvenes con ganas de divertirse. Hay quien viene al pueblo a disfrutar y a hacer disfrutar aunque también hay quien viene a hacer botellón dejando buena de ello, entra al bailable, sale, la lía y se va.

La juventud tiene que divertirse, claro que sí, y no debemos generalizar. Pero hay ciertas conductas que convendría que no se dieran, y pongo una de ejemplo. Mientras me encontraba cenando en la terraza de Las Torres con la cuadrilla, en la mesa de al lado, un grupo de chavales rellenaba sus vasos a escondidas con la «priva» traída de casa.

Algo que a estas alturas ya no es de extrañar. Sin embargo, uno de ellos nos dejó estupefactas al preguntarnos si sabíamos de alguien que pasara cocaína o speed en Tafalla. Ante nuestra negativa continuó con su búsqueda preguntando prácticamente a todas las mesas de nuestro bar y de al lado.

Hay que admitir que era gracioso ver las caras de gente que rondaba los setenta años cuando el mozuelo, con su cresta repeinada, se les acercaba con su particular cuestión. En fin, seguro que durante la noche se pudo ver a más de un muerto viviente…