El sol se esfuma antes de las cinco y nadie hace caso al atardecer de algodón rosa. La ciudad se queda casi a oscuras. Cruzándola en transporte público solo se intuyen las figuras de los edificios como colinas con tejado.
Hay algunos carteles publicitarios o de centros comerciales que rompen el silencio de la luz, pero es incómodo fijarse en ellos demasiado rato, porque son la imagen de que el capitalismo vence siempre, porque gritan y porque una se acostumbra a la falta de iluminación. Bajo la mirada al suelo.
Las alcantarillas resumen el turismo monumental de Berlín. Tienen un relieve con la Puerta de Brandeburgo, el Reichstag, la Fernsehturm, la iglesia con heridas de la Segunda Guerra Mundial y otros tantos lugares, pero lo mejor está en los barrios de nombres imposibles: Kreuzberg, Neukölln, Schillerkiez, Glemviertel.
CONTENIDO EXCLUSIVO PARA SUSCRIPTORES
Debes acceder para ver este contenido, por favor, accede o suscribete.
¿Aún no eres miembro? Únete a nosotros
Deja tu comentario