He aparcado en un barrio de esos que crecen sin saber adónde van. Las calles se llaman de cualquier manera, con palabras que podrían usarse en otra ciudad. En el bar nadie sabe el nombre de nadie y quedan muchos locales vacíos gritando números de teléfono en colores llamativos.
Se vende, se alquila, se aburre. Hay una plazuela que puede que algún día albergue un parque infantil, pero que ahora está tomada por material de construcción y cercada por una valla metálica. Dentro, el esqueleto de un edificio deja pasar el aire, es una armónica de cemento por la que el cierzo se cuela y suena.
administrator2021-08-26T12:38:54+00:00
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