La puerta del jardín tiene detrás una planta de diente de león y, cada vez que alguien entra o sale, la golpea y decenas de paracaídas mullidos salen volando hacia el río. Abrir esa puerta es pedir un deseo involuntario.
La luz se cuela entre los barrotes de forja pintados de verde y dibuja un paso de cebra, una columnata, serpientes. Las nubes borran los diseños, ahora solo queda un rayito que se mueve como el foco destartalado de un teatro de tercera.
administrator2021-08-26T12:38:54+00:00
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